jueves, 21 de diciembre de 2017

Texto sobre mi foto "Mi Cuerpo"

Texto sobre mi foto "Mi Cuerpo"

El viernes último se realizó la muestra de fotos "Cuerpos diversos" de Mumalá. Entre tanto maltrato político, un momento para dejarse conmover por la belleza. Un trabajo de convocatoria de las compañeras de Arte de Mumalá. La siguiente foto de Stella Maris Leone Geraci titulada "Mi cuerpo" me interpeló y me invitó a realizar un relato sobre ella.
EJERCICIO DE ESCRITURA SOBRE FOTO

Llegó a su casa cuando la tarde iluminaba cada rincón olvidado, y cuando la imperfección se veía con encanto. Cuando el calor flotaba en el aire, endulzando suspiros y desvelos de siesta. 
No había esfuerzo que alcanzara para quitar la humedad de las paredes hacía rato. El paso del tiempo se notaba en la aspereza y en el roce. Se notaba la curva y la mancha, se notaba la descolorida textura.
El sol todavía arreciaba en el patiecito y en el fondo de pastos desparejos. De la cocina a las habitaciones, pasando por el comedor. Todo estaba en calma.
Aparentemente en calma.
Entró en su cuarto y se volvió hacia el lecho. Su cuerpo ya estaba completamente desnudo. Desnuda en el fragor del silencio halló los misterios de un tiempo entre su deseo y el de otrO cuerpo que necesitaba descubrir. La mirada cómplice de quien hubiera podido ser testigo de su desconcierto, de su descarriado anhelo, de palpar la pulpa, el cuello, los senos, estaba tan sólo en su mente, a un paso de su realidad.
Tocaron a la puerta, empujaron. Nadie que se pudiera ver. 
El viento soplaba una brisa indiscreta. Sus nalgas eran un monte inabarcable. El gusto, un vino dulce, intermitente.
Las flores que le había dejado pugnaban por no morirse. La vida entre sus muslos volvía a salirle del pecho. 
Pero el cuerpo esperado llegó junto al ser amado. Llegó para el mejor momento, el más ardiente. 
El cielo se enrojeció en sus mejillas absortas. Ya no era otra que la misma de siempre.
Se enlutaron las estrellas porque no podrían continuar aquel ensamble. Lxs dos hubieran debido irse, quien sabe a dónde. Donde la siesta fuese un hueco. Donde la luna, cómplice de interminables soles vulnerables.
La tarde amainaba y la cama blanqueó para siempre lo que ellxs sintieron. 
Pero no volverían a verse. El amor era peligroso para estxs amantes.
La casa quedó enmudecida en una calle como cualquiera del conurbano. Un frente bajo, una ventana mediana y una puerta de rejas.
Las sábanas quedaron tendidas.

Cristina Luciana Gómez